ANA GILARDI

Nací, me crié y estudié artes visuales en Córdoba, Argentina, donde viví hasta que terminé la carrera en la Universidad Nacional. Elegí la especialidad en grabado porque me interesan el dibujo y la fotografía, que no eran especialidades, y la gráfica resultó lo más familiar en ambas. Me titulé con una exposición de fotografías analógicas dibujadas. Veinte años después, siguen existiendo las mismas limitaciones en muchos espacios académicos de formación en artes, y prácticas que no se enmarcan en una sola disciplina muchas veces no pueden ser desplegadas con libertad. Ahora recuerdo esto en Ciudad de México, donde vivo y trabajo como artista, gestora cultural y profesora, con una práctica que nombro artístico-pedagógica y social, porque me permite describir procesos híbridos. 

En el primer semestre de 2025 me tocó coordinar los talleres de Grabado Intermedio y Avanzado, dos materias de la licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Anáhuac, campus Norte, donde trabajo como profesora. Tuve la fortuna de acompañar a dos grupos humanos bellísimos, que activaron procesos atrevidos que desplazan el grabado tradicional a un concepto abierto, como la plástica social de Joseph Beuys, artista alemán que revolucionó el arte del siglo xx luchando porque éste no se encasillara en una disciplina, sino que se expandiera a la vida misma.  Lo resumía en su icónica frase «todo ser humano es un artista», refiriéndose a la capacidad creativa y de transformación social que tenemos. 

Es en honor a su forma política de hacer arte que fomento y disfruto acompañar ese campo expandido de prácticas, sobre todo en espacios de educación institucionalizada que suponen el reto de no despolitizar el ejercicio pedagógico que ahí se despliega.

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Este artículo recoge y reúne ejercicios del taller de grabado de la universidad, donde pusimos en práctica los programas de cada materia previamente dialogados y acordados con los grupos. Nuestro punto de partida fue un marco de posibilidades y limitaciones para comenzar con los pies en la tierra. El universo de lo posible se ramificaba hacia experiencias gráficas como el bordado, la serigrafía con esténcil o la impresión con tipos móviles hechos a mano­. Pensar la gráfica como algo que puede perder su carácter seriado, su multiplicidad, su naturaleza de copia e incluso quedarse en la dimensión de matriz. Una matriz que, en lugar de engendrar estampas, es pieza en sí misma. Así nacieron procesos diversos que dieron lugar a reconfiguraciones estéticas, materiales, poéticas y conceptuales.

Celebro la diversidad que emerge a partir de la libertad de escoger técnicas y temas porque surgen variaciones inesperadas que aportan plasticidad a las disciplinas artísticas, tan disciplinantes. Una de las pautas autodeterminadas que respeto en el ejercicio pedagógico es que el aprendizaje técnico no ahogue el deseo inicial, la experimentación, el error, para que podamos mantener nuestras prácticas indisciplinadas y que circulen por otros rumbos más allá de la universidad.

El punto de encuentro entre la revista Quiote y la Universidad Anáhuac fue el Taller de Gráfica Los Pinos, el cual visitamos con las alumnas. Fuimos recibidas con generosidad, apertura, escucha y conocimiento por les artistas que habitan el taller, entre ellos Santiago Robles. En ese espacio interseccional suceden muchas cosas necesarias en torno a la gráfica y también en relación con los encuentros. Celebro ambos sucesos y reúno en este texto algunos fragmentos que se encuentran en el cruce de los procesos gráficos, inaugurando un espacio de conversación textual para dar contexto a un collage de imágenes a muchas manos.

 

Conversación 1

Escribir es dibujar. Una palabra es un dibujo y es entonces imagen.

En el taller de grabado de la universidad dibujamos la escritura y escribimos los dibujos. ¿Qué grabamos? Un señalamiento hacia donde se conduce la atención, una apertura a un proceso experimental, un hueco que no quiere llenarse porque se sostiene en el vacío.

Una estampa es una reproducción e implica la existencia de una matriz. Pero en los procesos que acá se comparten, la matriz no necesariamente gesta estampas. Hemos explorado cómo grabar sin tórculo, frotar, presionar, ajustar la fuerza como gesto que imprime. Resignificamos el término grabar como una forma de captar lo que va sucediendo mientras experimentamos, manchamos, tachamos, reescribimos y, entonces, dibujamos.

Conversación 2

Tatuajes de Ana Gilardi a partir de la obra de Alighiero Boetti (Italia, 1940–1994), artista clave del movimiento Arte Povera).

Tú tomaste dos pollitos y ella un abecedario tallado. Bella enlistó palabras y narró en círculo, creando una publicación que empezaba y terminaba con la palabra vacío. Así, en las clases de grabado manipulamos los mecanismos, integramos lo sucio, no reparamos lo roto. También, como tú, nos interesamos por lo «etándar» cuando le aporta a cada proceso singular. Al final terminó en esto, un collage de búsquedas gráficas que expanden el concepto, lo desbordan, lo desquician, lo aplastan, lo tachan.

Conversación 3

No grabamos el hueco en el metal, pero sí en la memoria. Nos preguntamos qué es el grabado y ofrecemos una lista de procesos que son otras formas de encarnarlo. Así converso y nombro los procesos de las alumnas. 

Tamara y Hanna: una provocación a jugar con lo cotidiano

Samuel: unos paisajes rayados desde las entrañas, entrañables

Sylvie: una celebración del error

Bella: un vacío circular

Samantha: un reconocimiento a las ausencias o un nombrar lo negado

Miranda: una simulación pictórica hecha con un dedo torpe

Fátima: un ojo que mira desde un árbol

Daniela: un conjunto de fragmentos azules y otro de ausencias azules (más una posibilidad de desvanecimiento)

Cristina: un reclamo a Tintoretto, de TintoretA

Ana: un bicho aplastado que busca permanecer.

Conversación 4

«Lo bueno de tener un taller es que te das cuenta de que todos somos muy parecidos, además del hecho de dejarme atravesar por los poemas infinitos que escucho», dice Cecilia Pavón en Nomadismo por mi país. Diario de taller.

En la Universidad Anáhuac, el taller de grabado es el lugar del acontecimiento, el territorio donde nos dejamos atravesar por los ejercicios gráficos singulares que se colectivizan en el espacio compartido.

Taller es un sustantivo masculino definido como «lugar en que se trabaja una obra de manos», muchas manos manipulando sellos, tinta, ideas. A veces una catarsis, un contento, varias frustraciones, una pausa. Un territorio de anécdotas, un lugar común y con pulso en común, pero también un lugar donde cada quién encuentra el ritmo de su pulso. Un espacio intuitivo que piensa. Un taller es un marco de condiciones de posibilidad que limita, pero expande. Un taller es un lugar incómodo también, opaco, mudo o desbordado —y todo lo contrario. Un taller es un lugar para recordar la potencia de la voz colectiva.

Ana Machuca

 

Reflexionando sobre mi proceso creativo, me di cuenta de que hay algo simbólico en la acción de imprimir. Muchas veces, al encontrar un bicho, la reacción inmediata es aplastarlo, lo que le quita la vida. En este trabajo, lo que hago con el tórculo es también una forma de aplastar, pero con el objetivo opuesto: dar permanencia a la imagen, traerla a la vida sobre el papel.

Samantha Zij

Esta idea nació desde la inquietud que me genera el no reconocerme y el no poder recordar muchas cosas de mi pasado. A lo largo de todo el proceso de elaboración de esta publicación, tuve que enfrentarme al vacío de no recordar, al miedo al olvido y, sobre todo, a esa culpa de no poder reconstruirme debido a la ausencia de gran parte de mi pasado.

Bella Tamara Achar

La hechura consiste en una experiencia de siete horas de entintado y estampado a mano, logrando crear una imperfección que realza la intención: errores constantes, manchas y texturas, para dar vida a un libro que simplemente invita a detenernos un momento, respirar, dejarnos llevar y sentir la presencia.

Daniela Vázquez

Me gusta tomar fragmentos, momentos cotidianos y crear algo con ellos. Estos momentos a veces parecen carecer de importancia y por eso me gusta recuperarlos, recopilarlos para guardarlos cerca de mí, de mi mente, de mi corazón, de mi esencia y así recordarlos. Al final son estos fragmentos y sus relaciones los que conforman mi vida.

Miranda Silva Becerril

¿Aún somos humanos? ¿Algún día seremos completamente máquinas? Este cartel nos invita a cuestionarnos acerca de un momento histórico en el que la tecnología lo es todo y en el que nos estamos volviendo obsoletas ante ella.

Fátima Magdalena Luna

La pareidolia es un fenómeno que se refiere a la voluntad humana por buscar y encontrar figuras en distintos elementos y contextos, por ejemplo, en las nubes. Realizo esta actividad desde que soy niña. Recuerdo cuando viajaba por la carretera con mi familia y la luz de la mañana generaba figuras inexistentes que yo veía con claridad.

Cristina Rivera

El primer cartel representa, a través de un formulario, las condiciones a las que las mujeres se enfrentaban en el siglo xix cuando buscaban ingresar a una academia de arte. Por ejemplo, contar con un pariente masculino que avalara su decisión. El segundo trata sobre el trabajo de mujeres artistas que fue opacado por el de hombres cercanos a ellas. Se muestra una lista de nombres de artistas masculinos famosos sobre los que están grabados los nombres de aquellas mujeres que realmente estuvieron detrás de sus obras artísticas, ya sea como inspiración, colaboración o de alguna otra forma no reconocida.

Sylvie Mizrahi

Este proyecto nace de una necesidad personal de reconciliarme con el error. De entender que en la gráfica, como en la vida, lo inesperado puede ser un camino hacia algo más honesto y mucho más bello. ¿Qué pasa si en lugar de corregir, decido aceptar? ¿Qué pasa si decido provocar «errores» a propósito?

Vivimos en una época en la que se ha empezado a cuestionar la idea de la perfección. Las redes sociales, los filtros y las expectativas inalcanzables nos han llevado a una fatiga colectiva.

Samuel Jurkovic

Las imágenes que represento son de entornos que me resultan familiares o de lugares que visité. Para imprimir la obra, detallé los paisajes en un trozo de plástico, luego lo pinté y lo pasé por el tórculo. El texto lo plasmé en mi casa, sin máquina, usando la fuerza física.

Tamara Chiquiar y Yael Escobedo

Proponemos poner atención a ciertos gestos automáticos y tareas repetitivas que realizamos sin pensar. Convertir al aburrimiento en aliado. Como decimos en el libro: la idea del proyecto se nos pudo haber ocurrido mientras nos bañábamos, mientras nos cortábamos las uñas, mientras esperábamos a que hirviera el agua, porque en esos espacios podemos volver a pensar sobre lo que normalmente pasa desapercibido.