JESHUA SICARDO
I.
El sincolote es una estructura grande de madera de oyamel en donde se almacenaba el maíz cosechado en las comunidades nahuas del sur de la Ciudad de México. Cuando yo era niña, mi papá me contó que él era el encargado de cuidar las milpas de mi bisabuelo Miguel. Se encargaba de almacenar los elotes en los sincolotes que estaban al centro de los sembradíos para ponerlos a secar, y cuando terminaba exhausto por su jornada laboral, en ocasiones se quedaba dormido encima de estos graneros. Además de sembrar la tierra, mi familia conserva también el compromiso de cuidar los predios comunales que pertenecen al corredor del Chichinautzin, que en macehualcopa quiere decir «Señor que quema» porque es un trayecto volcánico que llega hasta el estado de Morelos.
Fue por esto que decidí nombrar Sincolote al taller de grabado que fundé en 2016 en San Miguel Topilejo, nombre del pueblo que hace alusión a un bastón de mando, lo que interpreto como un sitio que tiene una historia política importante desde épocas pasadas. Sincolote es más que un taller de grabado, pues implica la defensa de una cultura particular relacionada con el punk, el feminismo decolonial y las cosmovisiones indígenas que se manifiestan en acciones colectivas y comunitarias a través del arte.
Es un taller que, a pesar de tener sus orígenes en Topilejo, ha tenido una vida itinerante, lo cual me ha permitido convocar a artistas, en su mayoría jóvenes, de la periferia de la Ciudad de México y de otros estados del país, así como de Francia, España, Colombia y Argentina. Hago las invitaciones a colaborar a partir de mi convicción afín con el proyecto, de creer que con el arte se pueden generar redes más solidarias entre creadores para la producción y que ésta a su vez permita detonar procesos comunitarios para visibilizar la violencia y expresarse ante la injusticia.
Al proyecto se han sumado también gestores culturales, activistas, comunicólogos, músicos, diseñadores gráficos, fotógrafos, artesanas y vecinos. Esta manera de colaborar ha permitido que el arte sea pensado colectivamente como una herramienta poderosa de transformación social. Su función no se agota en crear imágenes para la contemplación o la expresión, sino que produce también dinámicas de organización horizontales y solidarias.
Sincolote ofrece talleres gratuitos a niñas y niños; fomenta el acceso a actividades artísticas a todo tipo de públicos con dinámicas educativas, exposiciones y otras actividades. Todo esto se ha sostenido por la colaboración a partir del intercambio, el trueque, la búsqueda de fondos a través de convocatorias públicas, la coperacha, las rifas, la coedición y la venta de obra a precio accesible.
Taller de grabado en linóleo en Bacerac 3, cerca del Mercado Jamaica en la alcaldía Venustiano Carranza.
El próximo mes de septiembre se cumplirán nueve años de impulsar un taller móvil que ha tenido presencia en diferentes partes de la ciudad: Tlatelolco, Santa María la Ribera, la colonia Cuauhtémoc, zonas aledañas a los mercados de Jamaica y la Merced, la colonia Guerrero, San Miguel Xicalco; a través de convenios con la UNAM, la UACM, la Ibero, la UAM, la revista Mi Valedor, House of Vans, Clap, Fundación Hogares y Fundación ADO. Sin embargo, lo que me tiene más entusiasmada es que este año fortaleceremos su existencia estableciéndonos en el lugar donde sembramos su ombligo, San Miguel Topilejo, en su parte más alta, donde el acceso al arte es inexistente.
Actualmente, Topilejo está marcado por olas de violencia. Se han encontrado fosas clandestinas a las cuales han acudido colectivas de madres buscadoras para buscar a sus familiares desaparecidos. Es frecuente, también, la tala clandestina de árboles, así como el crecimiento acelerado de la mancha urbana que ha orillado a que el corredor del Chichinautzin, una importante área de conservación del país, se esté modificando, lo que desplaza a las especies endémicas de este lugar.
Esta situación me ha motivado a darle sentido a lo que significa ser y estar en la periferia, en el suelo de conservación del sur de la Ciudad de México; a indagar sobre mi historia de vida y el origen de mi familia. Por el lado paterno, con la siembra de maíz, el temazcal, el cuidado del bosque y la mayordomía, lo cual ha sido fuente de inspiración, pero también de rabia por la gran injusticia de habitar este territorio marcado por la desigualdad, por explotar sus recursos naturales que, paradójicamente, sostienen al centro de la ciudad. Por el otro lado, está la parte del arte en mi línea familiar materna. Mi abuelo era impresor en una imprenta de offset; mi mamá es costurera y mis tíos influenciaron en mi personalidad con su gusto por el rock.
Todo esto ha sido caldo de cultivo a nivel personal, pero también lo comunitario que ha marcado mi forma de ver el mundo, de entenderlo y de accionar, aportando mi granito de arena desde el arte y la cultura para, al menos, intentar cambiar mi propio entorno. Me concibo acompañada de mi familia, amigas, amigos, amigues, colegas, vecinos, alumnes, de todo aquel o aquella que considere que aún hay esperanza en salvar a la humanidad.
Ambas imágenes corresponden a un taller de grabado en linóleo que se dio durante las emisiones de La Zurda, un tianguis cultural dedicado a la gráfica, Complejo Cultural Los Pinos.
Firma de impresiones del artista Chalio proveniente de Pátzcuaro, Michoacán.
II.
Mi formación como grabadora ha sido afortunada, casual y autodidacta. La primera vez que conocí una estampa fue en Xochimilco, hace dieciséis años, cuando trabajé como asistente de una artista proveniente de China. Aunque ella no hablaba castellano, nos entendíamos a través del arte; me impactó la manera en que imprimía unas planchas de madera entintadas con pigmentos naturales sobre papel arroz. La creación se llevó a cabo a través de señas y, en ocasiones, con la ayuda de una traductora. Tiempo después conocí un espacio de grabado en el centro de Tlalpan, el taller La Imagen del Rinoceronte, en el cual me involucré a partir de coordinar una biblioteca itinerante, de organizar la producción gráfica y la implementación de talleres para infancias. Ésta fue la primera vez que me reconocí como gestora cultural. Posteriormente trabajé en un taller de grabado y en un espacio cultural creados por el artista oaxaqueño Demián Flores. La Curtiduría y La Cebada fueron espacios que se relacionaban con las escenas culturales de Oaxaca, Xochimilco y Torreón. Estos proyectos fueron mi primera escuela no formal para entender de qué manera se pueden articular proyectos autogestivos con instituciones, artistas y colectivos. Finalmente, los pasados nueve años aprendí sobre la edición gráfica, las técnicas, la visualidad contemporánea y el mercado del arte en el taller en el que fui colaboradora, editora y curadora, Tigre Ediciones de México.
El año pasado tomé la decisión de regresar al sur de la Ciudad de México. No fue fácil llevarlo a cabo porque eso implicaba cargar con un duelo y revivir otros; lo único que tenía claro es que siempre había proyectado tener una casa-estudio en Topilejo para compartir mis aprendizajes con mi comunidad, sólo que no pensaba que sucedería tan pronto y en las condiciones en las que dejé el centro de la ciudad. Esta nueva necesidad ha impulsado que el camino del arte, la gráfica, los libros y el cine vuelvan a tomar rumbo hacia la montaña en Topilejo, para echar raíces y dejar florecer todo lo que se ha construido a lo largo de estos años.
El corazón de esta nueva sede tendrá un taller de grabado para seguir invitando a artistas a realizar su producción, esta vez con residencias que les permitan conocer este lado de la ciudad e involucrarse con la comunidad, para aprender de ella al mismo tiempo que comparten sus saberes. También se va a destinar un espacio para albergar una biblioteca especializada en pueblos originarios, flora y fauna endémicas del país y en arte contemporáneo latinoamericano. Además, tendremos una pequeña sala de cine al aire libre que tendrá por nombre Cine Petate.
La construcción de esta nueva etapa va poco a poco. Lo que se necesita para este nuevo hogar es habilitar un tórculo de mediano formato, conseguir mobiliario para la biblioteca, así como un proyector, equipo de audio y el pago de honorarios a los talleristas que se invitará a esta gran reinauguración sureña. Querida lectora y lector de este artículo, te agradecemos por tu interés y te invitamos amablemente a sumarte a una campaña para que todos estos intereses y voluntades se puedan llevar a cabo. Por favor, ayúdanos a cumplir nuestros sueños a través del siguiente enlace: https://gofund.me/a115cba3. Muchas gracias, y continuemos sembrando.
Imagen del predio cercano a la nueva sede del taller Sincolote. Ahí mi papá en la última siembra que tuvo, después de ésta ya no lo hizo porque dejó de ser rentable y hubo muchas pérdidas económicas.
Estampa que ilustra la historia de mi papá cuando cuidaba los sincolotes y se quedaba dormido encima de ellos. Autoría de Abner Bonilla.
